Nunca había tenido suerte, no podía imaginar ese estado espiritual de sentirse afortunado.
Al nacer,casí perdió su vida,un parto complicado; alguno dirá _Ah, bueno,ves que no es todo tan malo?, Salvó su vida... craso error, según creía,morir hubiera sido una opción mucho más satisfactoria.
Su madre sola, abandonada (ni siquiera seducida), salía a trabajar, dejándolo a la merced del destino desde que tenía memoria,hasta aquella vez en la que su vivienda, un burlón desafío a los cánones arquitectónicos, de chapa, cartón y madera se redujo a chapa calcinada y cenizas, salvando otra vez su vida,pero no su aspecto, convirtiendo parte de su rostro (y parte de su cuerpo, aunque no a la vista) en una agrietada máscara , un guiño cruel que mantenía una perenne mueca de sonrisa serena y feliz.
Sólo, sin familia ni allegados, su vida transcurría en una rutina anodina, eterno castigo ...
El infierno debe ser algo como esto, no me vengan con torturas o castigos rebuscados y moralizadores.
Durante el día, casi ni asomaba al mundo, al caer la noche comenzaba su periplo cotidiano en busca del sustento : cartón, papel , a veces metal, vidrio; todo servía para llevar al corralón y trocar su cosecha por escasas monedas, para luego volver a su cubil y vuelta a empezar, un Sísifo moderno, pero carente de astucia previa alguna.
En una de sus salidas, había escuchado de un lugar, un solar abandonado en donde había distintos tipos de metales y otros elementos por los que se obtenía buena plata, hacia allí se dirigíó, arrastrando un rudimentario carro,contenedor de sus miserias y esperanzas en su afán de subsistir, después de todo,el espíritu de supervivencia primaba por sobre su deseo de acabar con su sufrir.
Allí estaba, juntando de todo un poco, buen material, mejor que lo habitual, pero tampoco la locura,cuando se topó con esa caja, semienterrada entre deshechos, basura y otras porquerias... MIERDA, pensó, una caja fuerte!
Toda la noche le llevó poder liberarla y remolcarla, envuelta en parte de sus harapos y montarla en su carrito.
El amanecer lo sorprendió de regreso a su refugio.
El día estaba en su apogeo cuando finalmente pudo vencer la resistencia de ese cubo metálico, que herméticamente cobijaba vaya a uno saber qué tesoros ... un termo, UN TERMO ?!, de metal, sellado ...
Frustrado,lo arrojó a un lado , puso la caja en el carro junto con el resto de las cosas que había conseguido, maldiciendo otra vez a su suerte y a su imaginación ;nada de oro, dinero, joyas, un puto termo del orto...
Ya de regreso, la noche había caído,corrió las tocones que trababan la improvisada puerta de su cubículo el cual, habitualmente oscuro, resplandecía suavemente, con un fulgor extraño.
Dejó que su vista se acostumbrara, pudiendo así ubicar el origen de esa luminosidad, era el termo, arrumbado en un rincón .
Bueno, masculló para si mismo, al menos tendré luz , como carajos se encenderá y apagará esta cosa?
Examinó lo más concienzudamente que pudo ese chisme, notando que la luz brotaba por unas hendijas rectangulares mínimas, en toda la circunferencia del termo, cubiertas de un grueso vidrio,notó asimismo que pese a estar en invierno,lo que normalmente lo tenía a mal traer, sus manos se encontraban tibias y sin el temblor que el frío le provocaba.
Pero no encontró enchufe, interruptor ni nada parecido que controlara al coso ese.
Esto debe ser una especie de estufa de esas modernas, como avanzó el mundo ... y yo siempre atrás.
Que suerte!Al fin podré dormir confortable,sin esperar que el agotamiento le gane al frío.
Feliz se tendió en el suelo (dónde sinó?), abrazado a su estufita milagrosa.
Felz lo encontró la mañana, por fin su mueca sonriente coincidía con su ánimo.
Feliz, estúpida y eternamente feliz fue cremado y sus restos guardados en una hermética urna de plomo, a la espera que la comisión de energía atómica pudiera disponer adecuadamente de esos residuos y decontaminar toda el área afectada.